Thursday, November 09, 2006

Roger Cocodrile

El problema de los humanos es básicamente afectivo y no existe ninguna búsqueda más descarnada, más vital y también más cercana a los abismos. ¿Quién me ama verdaderamente? ¿A quién elijo para pasar el resto de mis días? (aunque esto no sea real). El plano de los sentimientos es un plano imaginario. La realidad indica que la mayoría de los humanos se queda con la persona que más atención le prestó. No la persona de sus “sueños”, salvo algunas contadas excepciones. Recién allí, cuando existe correspondencia, se puede hablar de amor. Mientras tanto se debería hablar de deseo. Y todo es como una gran novela sin final: A desea a B, B desea a C, C desea a D, etc.
El mundo es atravesado de punta a punta por una serie de cuestiones aberrantes que demuestran que el humano no es precisamente una criatura amorosa, y todo este desbarajuste es precisamente porque no hay correspondencia en los sentimientos.
Si el problema de los humanos es de base afectivo, ¿por qué entonces la gente se dedica a hacer dinero? El asunto es que se salta una etapa. Se hace dinero con el afán de conseguir un placer que no se consigue a través de los sentimientos.
Un hombre intenta seducir a una mujer desde un impresionante automóvil en una esquina de París. Si ella responde, estará todo bien. Si no responde, será para ese hombre una “imbécil” (¿que se pierde el hombre o que se pierde el auto o qué?). Tal vez la chica vuelva a su casa donde la espera un hombre que no necesita un lujoso automóvil para seducirla. ¿Es una idiota?. Ella podrá pensar en esa esquina: “Me interesa la persona, lo que hay ‘dentro’ de vos; no tu auto”. Y tendrá razón, aunque no todo sea perfecto en la convivencia con el hombre sin auto. Pero al menos será una relación mujer-hombre. No mujer-auto.
En el universo consumista e impiadoso en que vivimos muchas parejas se forman gracias al auto. Ellas no serán felices, aunque al menos vivirán en el confort. Ellos tampoco serán felices, porque seguirán conduciendo preciosos vehículos y deteniéndose en cada esquina para ver si hay chicas dispuestas a enamorarse de sus autos.
Un hombre que necesita un auto para seducir sí es un idiota. Se pasará la vida cambiando su auto por un último modelo. Estará siempre “vacío”. Es probable que el amor de su vida no sea nadie. Solamente su nuevo auto. Que es como tener un pene artificial.
Hace poco un amigo homosexual me contó una experiencia parecida. Un joven intentó seducirlo a través de su automóvil. No hubo caso. Al tiempo procuró hablar con él. Y hablaron. El dueño del auto no solo tenía auto sino un título universitario. Mi amigo dijo que de verdad era un ser excepcional, pero colocado detrás de su auto y de su título, como si no tuviera nada adentro. Nada para mostrar más que su auto y su título. Parecía simple, pero no lo era. Estaba “vacío”. Mi amigo no aceptó tener ningún encuentro con el dueño del auto y del título, lo que le valió ser “despreciado” por el dueño del auto y del título. Mi amigo se había fascinado con aquel joven, pero no con ninguna de sus “propiedades”. El joven no entendió nada y lo trató como a un “imbécil”. Mi amigo es un tipo con una historia muy complicada, pero un tipo entero que no “ve” objetos sino personas. Durante largo tiempo padeció aquel “desprecio”. Realmente no sé cómo terminó esta historia, porque hace rato no veo a mi amigo, pero seguramente mi amigo sigue sin ser seducido por las cosas, sino por las personas.
En la carrera por almacenar pertenencias, la gente se pierde. Hay personas que por temor a la soledad se someten a cualquier tipo de convivencia. Y allí surgen las frustraciones. De allí surgen personalidades dictatoriales, ansiosas de poder, injustas e insanas.
No acostarse de entrada con un auto y con un título es una decisión.

Ernest Joy, que es un hombre sabio aunque no considerado en el triste ambiente intelectual (precisamente porque es sabio), ha dicho que él se moría de pena cuando se enteraba cómo se habían conocido algunas parejas de amigos. Todo era por dinero, o por seducción de las cosas. Salvo una pareja, el resto era un rejunte de “teníamos esto y ahora tenemos esto otro”. Siempre más y más y más. En ningún momento hablaban de sentimientos. Hablaban de una especie de pulseada para ver dónde colocaban la alfombra persa recién comprada.
Ernest Joy optó por no ir más a las cenas de amigos, y disfrutó de su casa, escribiendo, rodeado de animales domésticos. Un día le pregunté si no extrañaba tener a alguien que no fuera un animal en su casa y me respondió: -Yo viviré con la persona que amo cuando esa persona entienda que no tiene que hacer dinero para que yo le quiera. No tiene que hacer absolutamente nada. Pero insiste en que debe trabajar 14 horas diarias para comprarse un departamento. Mientras tanto me pierde. Cada vez que le escucho decir eso, me pierde-.

Este es un mundo triste porque la gente se ocupa de sí misma y de conservar sus cosas. ¿Nadie sabe que se va a morir y que ninguna de las cosas que acumuló con afán quedarán aquí cuando ellos se mueran?
En el momento de la muerte el balance se hace sobre los sentimientos, no sobre las cosas almacenadas durante años.
Cuando expires, ninguno de tus autos estará a tu lado haciéndote caricias en el pecho para que todo te duela menos (…).-

Roger Cocodrile (Ni pestañees si van a fusilarte, Editorial Hojas en Desuso, París, 1989)

2 comments:

Anonymous said...

Me gusta lo que escribe Cocodrile..

DANIEL CIMADEVILLA

Anonymous said...

¿Nadie por acá hace un montón de días? Me llama la atención.
LA GALLINA TURULECA.